Pacientes o impacientes

Cuando hablamos de consulta —en el uso inmediato de esta palabra— nos referimos a un paciente.

Los invito en cambio a pensar a quien consulta, como un impaciente.

Alguien a quien urge resolver su problema, encontrar una solución lo antes posible, hace rato que quiere y no se anima, o no quiere pero se lo indican, duda, se resiste, hasta que… algo sucede y lo obliga a ceder en su negativa. Parte de esa energía liberada, que actuaba contra sí mismo, lo impulsa a dar el paso tan temido.

Al atravesar ese umbral, lo recibe una consigna ilimitada: ¡Cuénteme! que lo ha de complicar y aliviar a la vez.

Su demanda es imperativa —por más débil que pueda presentarse—, y quien la recibe debe encontrar lo más rápido posible, cuáles son las preguntas cruciales que lo han hecho acudir.

Toda consulta parte de algo que no encaja, que desconocemos y que perturba en mayor o menor medida nuestro relativo bienestar.

Algo con lo que uno ya no puede solo y busca ayuda, impacientemente.